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NOTICIAS MOTOR - REPORTAJES

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Conducir en invierno

Extrema las precauciones al volante

Toma nota

El invierno trae consigo algunas de las condiciones más desafiantes que se puede encontrar un conductor en la carretera, por lo que es recomendable seguir algunas pautas de comportamiento al volante.

En esta época del año puede hacer frío, lucir el sol y, cinco minutos más tarde, a la salida de un túnel, el viento, la lluvia y un cielo negro hacen que parezca de noche. La conducción invernal es así, cambiante. Obliga a ser proactivo y anticiparse a lo que se va a sentir en el volante. Un buen conductor, al observar que el firme deja de estar seco, ya debería ajustar la velocidad a unas distancias de frenada que pueden alargarse mucho. De la misma manera, se debe restablecer sin demora una mayor distancia de seguridad con el coche de delante, por uno mismo y por los posibles errores del otro.

Sobre ese suelo mojado, lo mejor es seguir las rodadas de otros vehículos sobre la carretera. Allí donde la capa de agua sea menor, el neumático tiene mejor contacto con el asfalto y, además, habrá menos riesgo de aquaplaning. Hasta los propios discos de los frenos tienen sus dificultades con el agua. En el momento de pisar el pedal, las pastillas deben expulsar el agua presente sobre el disco, lo que retarda ligeramente el mordiente inicial en comparación con unos discos secos.

Al conducir bajo la lluvia hay que prestar especial cuidado al momento de cambiar de carril, pues la adherencia se puede esfumar en un instante. Sin agarre, incluso el control dinámico de estabilidad tiene un margen más reducido para realizar sus correcciones. Los vehículos con tracción integral pueden evitar que en esos momentos alguna rueda patine por exceso de acelerador y, si una rueda se ve afectada, la trasera del mismo lado sigue empujando y mantiene el equilibrio, todo supervisado por el control activo de par.

Si llegara a llover a cántaros, el Reglamento de Circulación menciona la necesidad de llegar a detenerse, pero siempre señalizándolo adecuadamente. Si no se encuentra lugar donde parar con seguridad, mejor seguir desplazándose a esa velocidad que permita la visibilidad. Misma recomendación que aplica a otra circunstancia de conducción con bajísima visión: la niebla. Como en todos los casos, hay que confiar sobre todo en los propios ojos y ajustar el ritmo de conducción al alcance de la vista.

Es bueno aprovechar la lluvia para aprender a leer la carretera, sus brillos, su relieve… Si la lluvia cesa y luce el sol, el suelo puede seguir húmedo y resbaladizo. Con las ruedas rectas, hay que aprovechar para acelerar o frenar fuerte una vez -vigilando que no venga nadie detrás- para hacerse idea del agarre que existe.

El interior de las curvas puede acumular agua, por lo que si no se tiene cuidado puede acabar frenándose ese lado del coche, girándolo y llevándolo al interior de la carretera. Y si hay que tener cuidado con cortar las curvas por el interior, tanto o más se debe evitar abrir mucho al dibujar la trayectoria al terminar la curva, ya que en esa zona el firme está más sucio.

Trampas de ciudad

Una glorieta en ciudad con una situación de adherencia delicada e incluso mal peraltada puede compararse a la más seria de las curvas. Las alcantarillas se pueden atascar y provocar balsas de agua, peligrosas aunque se circule despacio. Ojo a los grandes embalsamientos: más de un accidente se ha debido a tapas de alcantarillas que se han levantado, imposibles de ver.

Por supuesto, hay que desconfiar de las líneas blancas, sean señalización longitudinal o transversal, porque todavía hay muchas que deslizan al pisarlas cuando están mojadas, a pesar de las eternas reclamaciones de los motociclistas.

Uno de los escenarios de la ciudad que no son lo inocuos que parecen son los aparcamientos subterráneos en invierno. Cuando se moja ese suelo perfectamente pintado con el agua de lluvia que van trayendo los coches, lo convierten en una pista de hielo.

Nieve bajo control

A grandes rasgos, en la nieve sirve todo lo que aplica con la lluvia, pero con la mitad de adherencia, a veces prácticamente con ninguna. Gobierna la segunda ley de Newton, esa que habla de la inercia: tan difícil resulta iniciar la marcha como acelerarla o detener el coche; es difícil girarlo y es difícil que obedezca al volante. En estas circunstancias reina la finura con los mandos y, cuando se lleva a un neumático a patinar, más vale deshacerlo, porque empeñarse tendrá como consecuencia más desobediencia.

Al ascender acelerando un puerto y encontrar zonas con nieve o firme muy resbaladizo, la reacción del coche alargando los desarrollos puede conseguir que no se llegue a perder tracción, sin necesidad siquiera de que actúe el control de tracción sobre los frenos o sobre el motor.

Los consejos “de siempre”

Conduce sin ropa de abrigo, con el fin de tener mayor libertad de movimientos en caso de tener que realizar una maniobra inesperada. Es conveniente llevar un calzado alternativo para conducir, en lugar de botas excesivamente rígidas. Vigila presiones y dibujo de los neumáticos; escobillas de limpiaparabrisas con bordes casi cortantes para un barrido perfecto.

De sobra es conocida la utilidad del aire acondicionado en invierno para desempañar rápidamente. Para mitigar la condensación en el interior de los cristales, hay que evitar tapar inadvertidamente la rejilla de salida de aire que facilita la renovación del aire interior. También puede propiciar el empañamiento la acumulación de hojas otoñales en la base del parabrisas, porque pueden limitar la entrada de aire fresco al habitáculo y promover al vaho en los cristales.

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