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04 DE AGOSTO |

Asistentes virtuales. Así es el nuevo día a día de las personas

Los asistentes virtuales han evolucionado de tal manera que nadie duda de su capacidad de ayuda y gestión.

Se espera que para 2024 haya más de 8.400 millones de asistentes virtuales conectados en el mundo. El doble de los que se contabilizaban en 2020 y más que seres humanos en la Tierra. Son datos de un estudio elaborado por Juniper Research que reflejan cómo estas herramientas han supuesto una de las grandes revoluciones tecnológicas de los últimos tiempos. Desde los primeros “chatbots” capaces de simular una conversación a través de la inteligencia artificial hasta hoy, han pasado muchas cosas y se han superado muchas barreras. Ahora, los asistentes virtuales cumplen la misión para la que fueron diseñados y que está implícita en su nombre: asistir a las personas para facilitar ciertas tareas de mayor o menor complejidad sin tener que teclear ante una pantalla. El éxito es de tal magnitud que ya tienen hasta su día mundial, el 21 de mayo.

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La tecnología de un Asistente Virtual (AV) debe incluir un procesador de lenguaje con una interfaz de conversación. Además, para que funcionen de manera autónoma, es fundamental que puedan aprender mediante “machine learning” y “deep learning”. Gracias a la IA, los desarrolladores ya obtienen asistentes muy capaces integrados en dispositivos domésticos cada vez más económicos, al alcance de casi todos los bolsillos. Tanto Siri, de Apple, como Alexa o Cortana, de Amazon y Microsoft respectivamente, así como el Asistente de Google, reconocen comandos de voz, pueden activar alertas o crear recordatorios y dar respuesta a preguntas cada vez más complejas realizando búsquedas instantáneas en internet. Alexa ya es incluso capaz de detectar el estado emocional de las personas por el tono de su voz, gracias a un desarrollo creado por una startup española.

La proliferación de asistentes virtuales de uso doméstico continúa y nos lleva a pensar en los efectos sociológicos y psicológicos que implica.

Esta proliferación de asistentes virtuales de uso doméstico es una tendencia que no parece dispuesta a invertirse y que nos lleva a pensar en los efectos sociológicos y psicológicos que implica. Nos referimos, por un lado, a la manera en que los usuarios interactúan con estos dispositivos según la edad o el sexo y, por otro, a si ello afecta a las relaciones entre las personas. Según un estudio desarrollado por el Pew Research Centre en Estados Unidos, la relación entre humano y máquina se parece más a una relación interpersonal que a lo que realmente es. Prueba de ello es que el 54% de los encuestados afirman pedir las cosas “por favor” al asistente, al menos ocasionalmente. Por sexos, encontramos que el 62% de las mujeres y el 45% de los hombres utilizan el “por favor”. También hay diferencias por edades. Mientras los más jóvenes, que han crecido ya en un entorno muy tecnológico, se comunican con la IA sin rodeos ni fórmulas de cortesía, los mayores demuestran su inexperiencia al humanizar en exceso las conversaciones con el altavoz inteligente.

Según los expertos, el problema aparece cuando un modelo de mensaje válido para comunicarse con un asistente virtual, es decir, carente de emociones o empatía, se traslada a las relaciones interpersonales. Esto ocurriría si los niños no aprenden a diferenciar entre un asistente virtual y, por ejemplo, un operador de carne y hueso que te atiende en un servicio telefónico. Este tipo de confusiones podrían ser cada vez más frecuentes, a medida que la tecnología evolucione y las voces de los asistentes se hagan más variadas y ricas en matices emocionales.

El paso siguiente, y para el que las próximas generaciones deberán estar preparadas, está en el envoltorio. Cuando el asistente virtual, además de mantener una conversación, deje de ser una esfera o un cilindro y tenga aspecto de ser humano. 

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