Uno de los principales motivos por el que muchos se resisten a instalar placas solares en el tejado de una vivienda es el estético. Las placas solares pueden resultar antiestéticas y muy visibles desde el exterior, sobre todo en viviendas unifamiliares de una o dos alturas. Desde hace algunos años, la alternativa a las placas solares son las tejas fotovoltaicas.

Como ocurre con casi todas las tecnologías más o menos recientes, la evolución de los paneles encargados de captar la luz solar para convertirla en energía doméstica ha alcanzado ya unos niveles de sofisticación muy aceptables. Cada cierto tiempo aparecen en el mercado soluciones capaces de integrar esos paneles en soportes que disimulan su impacto visual.

La última de esas soluciones la presenta Tejas Borja, una empresa de Liria (Valencia) que lleva 130 años fabricando azulejos. Sus tejas fotovoltaicas integran unas celdas capaces de transformar la energía del sol en electricidad. La diferencia estriba en que, a diferencia de otras marcas que presentan un aspecto brillante poco deseable, estas tejas se fabrican de terracota y se les aplica un tratamiento antirreflejante que les da un acabado negro mate. Además, no tienen conexiones visibles ni necesitan equipar un microinversor o un optimizador de potencia MPPT (componente que reduce las posibles pérdidas en una instalación fotovoltaica), por lo que son aptas para cubiertas con obstáculos o zonas en sombra.

La estructura de estas tejas fotovoltaicas se consigue aplicando finas capas de materiales semiconductores a sustratos de vidrio o acero inoxidable, producidos por deposición de vapor o pulverización catódica. Después, se conectan para formar una placa solar CIGS (material semiconductor a base de Cobre, Indio, Galio y Selenio. Finalmente, la placa resultante se integra en la teja, que queda lista para su instalación.

Según declaraciones de Fernando Olmos, Product Manager y responsable del Departamento Técnico de la compañía, "su instalación es muy sencilla y se lleva a cabo del mismo modo que las tejas planas y, al igual que el resto de paneles fotovoltaicos, se realiza igualmente por “strings” y conectándolas a los inversores solares. Las tejas solares se deben colocar siempre en tejados ventilados, con cámara de aire entre las tejas y el soporte, y fijándolas mecánicamente a los rastreles de la cubierta. La pendiente óptima es el 30% de inclinación (unos 17°) y la mejor orientación en el hemisferio norte es hacia el sur"

La empresa ofrece dos modelos diferentes de teja fotovoltaica, la Flat-5XL, con un panel monocristalino de 24 Wp (140 Wp/m²) directamente integrado en la teja, y la Solar Flat-10, con un panel de aluminio equivalente a cinco tejas cerámicas y que aporta una potencia de 56 Wp.

Hay otras empresas que también disponen de tejas fotovoltaicas muy interesantes, tanto por su eficiencia como por su integración visual en el entorno. Un ejemplo es el desarrollado por la alemana PaXos y la Universidad de Ciencias Aplicadas TH Köln, que han creado unas tejas fotovoltaicas-térmicas que apenas se distinguen de las tradicionales. En otros casos, las investigaciones van encaminadas a mejorar el rendimiento de los edificios convirtiéndolos en “esponjas” que absorban la energía solar a través de las fachadas, como el este proyecto desarrollado por un equipo de la Universidad Estatal de Michigan.

La biotecnología es la aplicación de tecnología que utiliza sistemas biológicos y organismos vivos para crear o modificar procesos con utilidades específicas. No es una disciplina nueva. El término lo acuñó el ingeniero agrónomo húngaro Karl Ereky en 1919 para describir esa fusión entre la biología y la tecnología, capaz de convertir las materias primas compuestas de células vivas en productos útiles. La agricultura, el mero hecho de cultivar plantas para producir alimentos ya es una manera de hacer biotecnología que se inventó en el neolítico, hace unos 10.000 años. Desde entonces, el desarrollo de técnicas basadas en biotecnología ha sido enorme y se han conseguido grandes logros para la humanidad, sobre todo en medicina, agricultura, transformación de alimentos o tratamiento del agua, pero, desde hace unos años, nos encontramos con una ambición aún mayor como es la generación de energías limpias.  

Bioo es una startup española fundada en 2014, cuyo fundador y CEO es un joven emprendedor llamado Pablo Vidarte. Su solución para “capturar” energía de la naturaleza se basa en la descomposición de microorganismos. En esencia, lo que hace el sistema de Bioo es recoger toda esa materia orgánica que es arrastrada por la lluvia y los sistemas de riego hasta unas baterías. Cuando los microorganismos descomponen las moléculas orgánicas se liberan electrones provocando una corriente eléctrica que es almacenada por las baterías.

Entre sus clientes hay empresas privadas, ayuntamientos, arquitectos e incluso gobiernos que consideran viable su sistema y lo están aplicando a proyectos urbanísticos. De hecho, la compañía ha logrado reunir unos 5 millones de euros en sus cuatro rondas de financiación, 1,5 millones de euros en la última, que destinará al lanzamiento de nuevos productos. El Jardín Botánico Biotecnológico de Ibiza es una buena muestra del trabajo desarrollado por Pablo Vidarte, donde se pueden apreciar ingeniosos mecanismos como los interruptores biológicos, domótica a partir de la biotecnología. Las plantas son capaces de percibir cambios de frecuencia que se convierten en un voltaje transmitido a través de sus cuerpos conductores y el suelo. Los dispositivos se entierran y capturan esa señal para usarla de interruptor que active cualquier sistema alimentado externamente.

Gracias a proyectos como el de Bioo, el futuro energético del planeta se puede ver con relativo optimismo de cara a combatir el cambio climático. En este sentido, se han puesto en marcha otros ambiciosos retos, como el proyecto “Sustainable City” de Dubái para crear una ciudad totalmente sostenible, o el plan del Instituto Tecnológico de Massachusetts que planea perforar mediante girotrones de ondas electromagnéticas la corteza terrestre hasta llegar a los 20 kilómetros de profundidad, con el objetivo de localizar una fuente de energía geotérmica limpia y permanente.